En los últimos días se vio cómo una nueva polémica fue generada por parte de nuestro vecino país Perú. En esta oportunidad, con relación al uso de un personaje que es idéntico al Pepino paceño en el lanzamiento y promoción de la festividad "Virgen de la Candelaria 2026" realizada en su capital Lima.

Dada la importancia de este personaje en el carnaval paceño y el profundo signficado que tiene el mismo en las danzas, rituales e identidad misma del departamento de La Paz, varias autoridades, colectivos culturales y sociedad en general han expresado su preocupación por la falta de medidas adoptadas por entidades gubernamentales en favor de una efectiva protección de las expresiones culturales bolivianas.

Oruro ha sido una victima frecuente de este asalto cultural durante varios años y, en la memoria quedan todas las veces que la ciudadanía orureña levantó la voz y no fue escuchada en su desesperado grito de ayuda con la finalidad de proteger personajes y danzas no solo de Oruro, sino del país.

Ahora todo va volviendose más descarado y no existe un postura oficial que pueda establecer lineamientos claros a niveles de política de Estado que preserven y cuiden nuestras expresiones culturales.

En dias recientes el municipio de Puno expresó por intermedio de su "Comité de Salvaguarda de la festividad de la Virgen de la Candelaria", que no se permitirá el ingreso de bandas, grupos o trajes de origen boliviano a la mencionada festividad, hecho que de una y otra manera, salvando las disputas por el origen y procedencia de gran parte de las danzas y expresiones culturales, perjudica de gran manera a la economía de los bordadores y de los músicos profesionales, quienes verían afectados su derecho al trabajo.

Más allá de las recientes declaraciones, debemos comprender que muchas veces se tildó a ambos gremios, tanto el de artesanos como el de músicos, de colaborar con la apropiación cultural del vecino país y no hacer nada para evitar el uso de nuestra música y trajes; sin embargo, también debemos comprender que mucho no se podía hacer de manera independiente sabiendo que estos grupos viven de su arte y deben generar ingresos para su diario vivir, cuán indolente sería la postura de un propio hermano boliviano el de decirle a otro que no trabaje y genere ingresos en un rubro que es completamente legal.

En todo caso, podriamos comprender que ha sido la falta de polìticas de Estado y lineamientos claros lo que nos ha llevado a un punto de no retorno, porque, convengamos que, antes la narrativa del Perú al menos reconocía algunas danzas y su origen boliviano, en cambio ahora, la narrativa parte de que todas las danzas son de origen altiplánico y de origen prehispánico, hecho que tratan de sustentar y respaldar de todas las maneras posibles y, si bien muchas expresiones culturales pueden ser similares en el altiplano, abarcando paises como el Ecuador, Chile, Bolivia y, por supuesto, el Perú; lo que se convierte en el punto central de discusión es el hecho de que todas las expresiones evolucionan de manera diferente y adoptan caracterìsticas propias y, si somos más detallistas podríamos convenir en que en la región de Puno, se baila con trajes bolivianos, con bandas bolivianas, con música y composiciones bolivianas a diferencia del masjestuoso carnaval de Oruro, cuya peregrinación no tiene la participación de ningùn tipo de expresión artística que provenga de la vecina región, eso dice ya mucho.

Ahora, una de las posturas de la vocera o presidenta de dicho comité de salvaguarda, radica en la posible solicitud a su cancillería, con la finalidad de tener una postura diplomática oficial, en ese entendido, tal vez sea momento de adoptar medidas que no sean ni improvisadas y que tengan una estructura y sustento que desde hace mucho nos hace falta como país para defender de manera efectiva el origen de nuestra ricas tradiciones y expresiones culturales.